miércoles, 21 de enero de 2009

¿Pragmatismo o ideologías políticas?

¿Cómo se evalúa un gobierno? ¿Por su coherencia hacia sus principios políticos-ideológicos?, o ¿por los beneficios y aciertos que pueda generar para la ciudadanía? La respuesta en principio parece simple. No obstante, en la realidad algunas veces se confunden los conceptos de lo ideológico con lo correcto, de lo correcto con lo útil y de lo útil con lo práctico.

Un norte ideológico político es básico para conocer el enfoque de gestión de quienes aspiran a gobernar. Se concibe incluso como la base para guiar los esfuerzos hacia alcanzar el progreso.

No obstante, las ideologías políticas resultan en la realidad ser un marco de referencia parecido a un castillo que trata de sobrevivir a los embates del tiempo. Justificándose a sí mismas con rigidez sobre su composición conceptual, y muchas veces crucificando a quienes se atreven a sugerirles cambios. Resulta ser, entonces, el eterno tema de debate y tertulia en los partidos políticos.

Pragmatismo. Sun Tzu (general chino de la antigüedad), escribió en su libro El arte de la guerra: “Por situación quiero decir que debe tomar en consideración la situación del campo, y actuar de acuerdo con lo que le es ventajoso”. Este principio de flexibilidad ha resultado ser base comprobada de estrategias exitosas en gobiernos, empresas, ONG y equipos de fútbol inclusive. El pragmatismo entendido como la no rigurosidad de pensamiento político para una efectiva toma de decisiones, resulta una posición acertada y sensata.

Los más radicales confunden el pragmatismo con la conveniencia ideológica, la incoherencia, y el oportunismo. Hacen juicios de valor ideológicos para deslegitimar acciones concretas, sin medir dichas acciones basadas en sus causas y efectos. Evidente sesgo que a la vez, resulta en un criterio incompleto. Obvian que actuar de la misma manera para distintos problemas, hace perder el sentido básico de pertenencia de la solución. Tal es el caso de gestionar una política económica hacia desregulación total o bien, hacia una completa nacionalización; último caso: la crisis financiera global.

No obstante, el pragmatismo mismo debe de estar orientado y mantener un propósito noble. Esta no-rigurosidad de pensamiento debe fundarse sobre la firmeza de los valores humanos. El pragmatismo, guiado por el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la búsqueda del progreso y la conservación ambiental, dirige los esfuerzos de manera más apropiada para fundar una sociedad justa. No podemos obviar que, si bien la gente no come ideas, estas son las que llevan el plato a la mesa. A las decisiones hay que darles alma, pero esa alma debe tener la capacidad de discernir sobre lo que resulta adecuado en el momento.

Publicado en:
http://www.nacion.com/ln_ee/2008/diciembre/02/opinion1796501.html